La importancia de la cultura interna en el entorno Start-up

4 feb 2021

Fran de la Fuente

Photo by Christian Joudrey on Unsplash

Hace no mucho, en una reunión con el CEO de una consultora tecnológica, me sorprendió que asegurara que para ellos no había cliente pequeño, y que aunque una Start-up no tuviera mucho dinero, podían colaborar bajo una premisa fundamental: que se estuvieran tomando en serio lo que hacían. No les pedían una viabilidad económica a futuro o firmar por una relación a largo plazo. Simplemente pedían que se tomaran en serio lo que estaban emprendiendo.

No puedo estar más de acuerdo con esa postura. A todos los que nos han salido canas peleando en este tipo de aventuras, sabemos lo importante que es tener una visión estratégica a corto, medio y largo plazo, así como entender el momento actual de tu nueva empresa. El éxito de este viaje pasa inexorablemente por ahí. Eso es a lo que el CEO de esta empresa llamaba "tomárselo en serio".

Si bien el agilismo es necesario, se debe llevar a cabo con una estrategia y un planteamiento detrás.

Resulta imprescindible tener una hoja de ruta clara que marque un propósito y una dirección, y sobre todo tener en cuenta que hay determinados aspectos de una empresa, que no pueden germinar de manera orgánica, poco planificada o variar drásticamente cada pocos meses.

Uno de estos aspectos que generalmente se obvia y resulta de vital importancia, es el de la cultura interna de la empresa. El cómo hacemos las cosas aquí, cuál es nuestra manera de pensar, cómo afrontamos los retos, cuál es nuestra metodología, en qué creemos. En definitiva, qué nos hace únicos y nos diferencia de nuestros competidores, cuál es nuestra razón de ser.

De la misma manera que el esfuerzo no se negocia, la cultura interna tampoco debería.

Nuestra identidad debe ser uno de los pilares sobre los que construir la nueva empresa. Esto nos va a ayudar a entender cuál es nuestra postura en temas como la innovación, el desarrollo, la contratación, y muchos otros más que nos irán asaltando por el camino en los momentos más inesperados.

Habitualmente es algo que en el mejor de los casos se trata tarde, cuando para encajar la pretendida cultura hay que hacer malabarismos para evitar las fricciones que nos genera el legado que ya arrastramos. Hacer un mínimo trabajo inicial que establezca unas bases al respecto y trace las líneas maestras de lo que somos y por qué hacemos lo que hacemos, eliminaría muchos quebraderos de cabeza posteriores cuando queremos dar un paso adelante y hacer más sólida nuestra organización.

¿Y cómo podemos llevar a cabo ese trabajo?

El proceso inicial de definición de la cultura pasa por entender cuál es el propósito real de nuestra organización. Un trabajo que se debe realizar de manera cocreativa, huyendo de una decisión unilateral, para incluir a un buen número de personas implicadas, que de esa manera sientan como suyo el objetivo de la empresa. 

Posteriormente, con ese propósito compartido y validado sobre la mesa, iniciaremos un trabajo de definición de los valores que vamos a transmitir con nuestras acciones. Será el momento de plantearnos en qué cree nuestra organización y de qué manera va a trabajar para conseguir su propósito. Preguntas que nos van a llevar a plantearnos cómo se comporta la organización ante los retos, y que serán una buena base para definir los principios de diseño de nuestra nueva empresa, meta final de esta primera fase del trabajo cultural.

Este trabajo nos acercará a entender el porqué estamos emprendiendo esta aventura, qué queremos conseguir más allá de un mero objetivo económico, qué queremos cambiar y cómo vamos a hacerlo.

El papel del diseño en la cultura interna

Dentro de esta propuesta inicial de cultura es fundamental reservar un espacio para el papel que el diseño va a jugar en nuestro desempeño. 

El enfoque actual del diseño estratégico nos proporciona las herramientas adecuadas para conformar la metodología que vamos a seguir dentro de nuestra empresa y solucionar los grandes problemas a los que nos vamos a enfrentar. Además, nos genera un marco de trabajo basado en el ciclo datos, conocimiento e iteración, que resulta extremadamente útil para sacarle todo el partido a las metodologías ágiles, sin perder nuestro propósito o nuestra identidad por el camino.

Albergar una potente cultura interna, que entienda el diseño como una capacidad de solucionar problemas y un trabajo de equipo del que nadie está exento, será fundamental para generar un entorno de trabajo colaborativo, cocreativo y cohesionado, que romperá los tradicionales silos de comunicación y competencias departamentales. De esa manera aprovecharemos al máximo las capacidades de todo el equipo y podremos generar soluciones de mayor valor para nuestros usuarios, a la vez que crearemos un hábitat de trabajo más humano y agradable, en el que todo el mundo reme en la misma dirección y se sienta valorado.

Es importante no excusar este trabajo inicial por una cuestión de calendario.

Con un planteamiento correcto, se pueden sentar las bases de la cultura en dos o tres sesiones facilitadas de la manera adecuada, e ir iterándola y evolucionándola periódicamente a medida que vayamos creciendo y varían nuestras necesidades.

Esto es algo que desde Ikigai Design hemos tenido muy en cuenta desde nuestros inicios, incluyéndolo en el origen de nuestra actividad. Ese trabajo inicial que desarrollamos en dos workshops, nos ayudó a alinear las mentalidades de los socios y crear un proyecto compartido por todos, con un enfoque que nos ha guiado en la toma de decisiones que hemos tenido que ir realizando en los meses posteriores y un propósito claro del que sentirse orgullosos. Esto se ha convertido en un valor de la compañía que hemos interiorizado hasta tal punto, que es lo primero que comunicamos a nuestros posibles clientes cuando les conocemos. 

Pero no paramos ahí, queremos que nuestros clientes también puedan disfrutar de las ventajas de tener una cultura interna potente y por eso planteamos nuestros proyectos como una manera de iterar las empresas mediante la acción, solucionando los problemas que se nos plantean y dejando las semillas de metodología y búsqueda del propósito, para que se desarrollen internamente o con nuestra ayuda. Una forma de iniciar un cambio interno progresivo, que ha dado muy buenos resultados en las empresas con las que hemos trabajado, y que nos hace cumplir ese propósito que definimos en nuestras primeras sesiones de cultura: Diseñar de manera intencionada para fomentar el bien común.